A veces no esconder los miedos y mostrar las vulnerabilidades parece que son síntomas de los débiles; aquellos que lloran, se expresan y hacen un mundo de las pequeñas cosas. Prefiero pensar que son valientes, muestran su verdad sabiendo que alguien puede llegar y destruirlo todo. Explotar su burbuja. Aún así vuelven a reinventarse, a definirse a sí mismos y a confiar. Yo conozco su secreto para construir de nuevo su vida sobre pilares sólidos y no sobre los escombros que otros dejaron. No os imagináis lo bonito que es apoyarse sobre columnas jónicas o dóricas (realmente no sé la diferencia), dar forma y convertir el material -lo que se tiene al alcance- en algo bello.
El secreto. El secreto es amarse a uno mismo más de lo que nadie lo hará. Quererse incondicionalmente ayuda a no caer en los abismos, a perdonarse -ya que es ahí donde empieza el perdón hacia los demás-, a creer y a no engañarse para no hacerlo con otras personas.
Un día escribí un microcuento, de esos que tengo a mares en las notas del teléfono porque por desgracia la inspiración no siempre me pilla trabajando. Ahí va:
“Le dijeron ámala por encima de todo. Y la amó por debajo de la falda.
Centenares de veces después ella entendió que nadie la querría como se quiere a sí misma.
Y esa fue su salvación.”
Creo que me fui por las ramas y dejé que las ideas fluyeran sin más. Empecé este texto diciendo que encaje mal un golpe, no porque me expusiera demasiado sino porque no lo vi venir. Y eso que era obvio. Pero qué más da que encajara mal el golpe, lo importante al fin y al cabo es que lo encaje, en aquel día frío y por fin la sangre volvió a correr por mis venas. Todo cobró sentido de nuevo, junté las piezas y me di cuenta que volvía a estar completa aunque tuviera moratones por todas partes. Hay heridas que no cicatrizan pero que son parte de la historia de uno mismo, por eso a veces hago el ejercicio de pasar la palma de mi mano sobre ellas mientras recito lo que aprendí en su momento.
El día del que os hablo comenzó a llover en cuanto terminé mi recital. Se acercaba tormenta. ¡Hacía tanto desde la última! Pero no me puse a resguardo, ya no, sino que sonreí y dije: te estaba esperando.
Muy profundo e inspirador, lo cierto es que hay que quererse a uno mismo por encima de todo.
Mirando dentro de uno mismo es más fácil ser generoso con los demás. Primero hay que conocerse, para conocer. Quererse, para querer.
Has tocado uno de los palos mas imprescindibles del sentimiento, ya sean jónicas, dóricas o corintias esas columnas son nuestra base para poder dar a luz a El secreto.
Gran relato e interesante reflexión sin duda.
¡Gracias por tus palabras y por compartir mi pensamiento!
Yo creo que la culpa siempre es de aquel que da la patada y estoy totalmente de acuerdo contigo en que para querer a alguien primero hay que quererse a uno mismo. Entiendo que eres una chica sensible así que ya sabes.. tocó sufrir.. pero piensa una cosa.. el mundo es de los valientes y sensibilidad y valentía van de la mano. Sufrimos sí.. pero también creo que vivimos más intensame cada momento y eso no hay quien nos lo quite.
Me gusta como piensas. Hay que arriesgar y ser valiente sabiendo que podemos sufrir, escondernos de nuestros sentimientos solo hace que nos abandonemos a nosotros mismos.
Gracias por tus palabras.